Por Miguel Ángel Rodríguez, Economista. Coordinador de Investigaciones de Cedetrabajo.
El levantamiento de la mayor parte de las restricciones sanitarias, a finales de 2021, produjo un incremento del consumo que llevó los precios al alza. La subsecuente crisis en las cadenas de suministros empeoró la situación. El año pasado la inflación en Estados Unidos fue del 7%, en Europa alcanzó el 5% y en América Latina y el Caribe, la región más afectada, llegó a 7.2%. En el 2022 el conflicto en Ucrania se sumó a las causas del problema. Como resultado, la población en vulnerabilidad económica está viendo la progresiva reducción de su capacidad de consumo. De ahí que sea necesario tomar medidas para contener la inflación.
Latinoamérica es la principal víctima debido a la naturaleza de su intercambio con los países de ingreso alto: exporta materias primas e importa insumos industriales y agropecuarios. Brasil (12.3%), Chile (10.5%) y Uruguay (9.37%) puntearon la tabla de crecimiento de precios en abril de 2022. Aunque Colombia ocupó la sexta posición, su inflación no está lejana, pues fue de 9.23%, un nivel histórico.
Bolivia es el único país que ha logrado escapar de este fenómeno de forma estable: durante los últimos 12 meses los precios en esta economía no han superado el 1% de crecimiento anual. El caso boliviano ha sido exitoso gracias al manejo de la política macroeconómica, la cual está al margen de las recomendaciones de los organismos multilaterales. El gobierno de Bolivia mantiene un tipo de cambio fijo respecto al dólar estadounidense e interviene en el mercado de alimentos. Aunque se pueden comprar y vender dólares libremente, el Estado actúa mediante inyecciones en el mercado de dólares. Por otra parte, hay compras estatales de alimentos y manejo de inventarios de alimentos que dan estabilidad a los precios.
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El ejemplo boliviano es heredero del Programa de Adquisición de Alimentos que funcionó en Brasil entre 2003 y 2010. La exitosa experiencia brasilera tenía como objetivo principal erradicar el hambre mediante un autoabastecimiento mínimo, con lo cual se fomentó la producción y el mercado interno. Al final, se creó una barrera de protección frente a la inflación de los alimentos. Aquí también fue necesario apartarse de los lineamientos económicos hegemónicos.
En Colombia se ha tratado de solucionar el problema por el camino de subir la tasa de interés. Por supuesto, ha fracasado. La tarea del próximo gobierno es mitigar los nefastos efectos de este fenómeno sobre la clase trabajadora y la población vulnerable y pobre. Las experiencias de Brasil y Bolivia muestran que un camino para contener la inflación es la participación activa del Estado en el mercado de alimentos. Pero la verdadera solución requiere cambiar el fracasado modelo neoliberal. En este sentido, una hoja de ruta es la propuesta del equipo asesor de las Centrales Obreras, donde se dan soluciones para el corto y el largo plazo.
Nota original publicada en Más Colombia.