El libre comercio ha sido una consigna recurrente en la política de Estados Unidos, pero su aplicación ha servido principalmente para abrir mercados ajenos, no propios. Bajo la administración Trump, esta estrategia ha tomado un giro que expone con mayor claridad una realidad ya presente: el proteccionismo y las disputas comerciales como herramienta para intereses geoeconómicos y políticos.
Aranceles y proteccionismo: la constante en la política de Estados Unidos
Trump, como parte de su discurso de campaña, prometió proteger la economía de su país mediante la imposición de aranceles. Sin embargo, esta no fue una idea innovadora. Durante la presidencia de Obama se aprobaron 609 medidas proteccionistas, y Biden no solo las mantuvo, sino que amplificó el alcance de las normas establecidas en el primer mandato de Trump.
El objetivo central ha sido utilizar el acceso al mercado estadounidense como moneda de cambio para obtener concesiones comerciales de otras naciones, particularmente de aquellas con las que EE.UU. mantiene un déficit comercial amplio y constante. Este enfoque quedo en evidencia cuando Trump impuso aranceles a productos chinos por cerca de 380.000 millones de dólares entre 2018 y 2019.
La dinámica no se detuvo con el cambio de gobierno. Biden introdujo nuevos aranceles sobre productos que representaban 18.000 millones de dólares, manteniendo vivo el enfoque proteccionista. Este modelo, lejos de ser accidental, responde a una política que favorece la industria interna, a menudo ignorando los efectos colaterales para los consumidores estadounidenses y sus socios comerciales.
La doble moral del discurso del libre comercio
Aunque Estados Unidos proclama el libre comercio, en la práctica ha impuesto barreras comerciales cada vez más severas. Esto ha quedado claro en eventos como la paralización de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el retiro del país de tratados como el Transpacífico y el Transatlántico. En su lugar, se han intensificado las sanciones económicas y los aranceles como instrumentos para moldear relaciones comerciales y políticas.
muestra del auge proteccionistas recientes incluyen las amenazas de Trump de imponer gravámenes de hasta un 200 % a los automóviles mexicanos, así como la imposición de aranceles europeos del 45 % a los vehículos eléctricos provenientes de China. Estas medidas demuestran que, detrás de las consignas de apertura económica, las naciones más desarrolladas han endurecido sus posturas proteccionistas bajo argumentos como la seguridad nacional o la sostenibilidad ambiental.
Un enfoque geoeconómico con tintes políticos
Lo novedoso de la estrategia de Trump no radica tanto en los aranceles, sino en emplear las amenazas comerciales como un medio para alcanzar objetivos geopolíticos. Bajo su mandato, las medidas comerciales se han alineado con objetivos como reducir el flujo migratorio, reforzar la hegemonía del dólar y presionar a socios estratégicos para alinear sus políticas con los intereses estadounidenses.
China, a pesar de ser una de las principales defensoras del libre comercio, no escapa al proteccionismo. Sus políticas de subsidios y condicionamientos para la inversión extranjera han permitido abaratar costos y mantener ventajas competitivas en el mercado global. En respuesta, países como Estados Unidos y la Unión Europea han intensificado sus controles comerciales, desatando una guerra comercial que amenaza con prolongarse.
Consecuencias económicas y dudas sobre el empleo
El proteccionismo trae consigo consecuencias que afectan tanto a los consumidores como a la economía global. En Estados Unidos, los aranceles pueden generar alzas en los precios de los productos importados, lo que alimenta la inflación. Ante esta situación, es probable que la Reserva Federal incremente las tasas de interés para reducir la circulación de dinero, encareciendo el dólar, algo que ya comienza a percibirse en países como Colombia y atrayendo capitales al mercado interno.
No obstante, estas medidas difícilmente lograran los resultados prometidos en términos de empleo. Las estadísticas recientes muestran que las políticas proteccionistas han tenido poco efecto en la generación de puestos de trabajo en sectores clave de la economía estadounidense.
Libre comercio y su lado oscuro
El libre comercio, presentado como una solución universal, ha beneficiado principalmente a las potencias económicas. El fenómeno de la desindustrialización en países desarrollados y el desplazamiento de empleos hacia regiones con mano de obra barata han generado desigualdades profundas. Los tratados internacionales, en muchos casos, han favorecido a los países más fuertes mientras perjudican a las economías en desarrollo.
En términos generales, se está observando lo que el presidente Lula describió durante la reunión del G20 en Rio de Janeiro como el fracaso de la globalización.
Trump, en lugar de cumplir rigurosamente con estos acuerdos, parece dispuesto a reinterpretarlos o incluso incumplirlos en busca de ventajas para los EE.UU. Esto incluye una postura desafiante frente a organismos como la OMC, a la cual critica por su incapacidad para regular eficazmente el comercio internacional.
Obstáculos para una política unilateral
A pesar de su retórica, Trump enfrenta una serie de barrera para llevar a cabo sus planes. Muchas empresas estadounidenses ven en China un mercado demasiado rentable como para abandonarlo, y las transnacionales continúan buscando lugares donde los costos de producción sean más bajos.
Además, la falta de competitividad de ciertos sectores de la economía estadounidense limita las posibilidades de alcanzar los objetivos propuestos. La política de Trump no busca renunciar a los mercados internacionales, sino redefinir las reglas a su favor. Sin embargo, en un mundo cada vez más interdependiente, imponer condiciones sin considerar las repercusiones globales puede ser una estrategia que se agote rápidamente.
¿Adiós al libre comercio?
El mandato de Trump ha puesto en el centro del debate la viabilidad del libre comercio en un entorno económico marcado por el proteccionismo. Aunque el discurso de apertura económica persiste, las políticas implementadas revelan un alejamiento de los principios tradicionales, priorizando intereses internos sobre compromisos internacionales.
El libre comercio, lejos de ser una solución definitiva, ha demostrado ser un modelo lleno de contradicciones que, bajo liderazgos como el de Trump, enfrenta un futuro incierto. La clave para entender este panorama está en analizar no solo los anuncios políticos, sino también sus implicaciones reales para las economías y sociedades afectadas.