Por: Miguel Rodríguez, Economista. Coordinador de Investigaciones de Cedetrabajo.
El 1 de mayo celebramos el Día Internacional del Trabajo, una fecha que conmemora la lucha histórica de la clase trabajadora por mejores condiciones laborales y sociales. En Colombia, como en muchos otros países, esta fecha tiene un significado especial.
Colombia ha sido víctima de las políticas neoliberales que han destruido el aparato productivo nacional y empobrecido a la clase trabajadora. La apertura comercial sin control, la ausencia de una política industrial efectiva y la tercerización laboral son algunos de los factores que han contribuido a esta situación.
Las consecuencias de estas políticas se ven reflejadas en un mercado laboral cada vez más precario e informal. La mayoría de los trabajadores colombianos no tiene acceso a contratos formales, seguridad social o salarios dignos. Además, la pérdida de empleos en sectores productivos como la manufactura y la agricultura ha generado un aumento de la migración y la pobreza.
En consecuencia, Colombia se ha vuelto dependiente de la importación de bienes estratégicos para el desarrollo nacional, especialmente insumos para las industrias básicas y para la producción de alimentos. Sectores como la industria automotriz, maquinaria y equipo, y otras ramas de mayor valor agregado han quedado marginados en la economía.
Este 1 de mayo preocupa la situación del mercado laboral
El estado actual del mercado laboral colombiano es preocupante y su comportamiento debe prender todas las alarmas. De acuerdo con los datos oficiales, la población ocupada creció apenas al 1,3% anual entre 2015 y 2023, una cifra que está por debajo del crecimiento de la población total, de 1,44%, y que es apenas la mitad del crecimiento de la economía, de 2,6%.
Si las 23 millones de personas ocupadas en Colombia se reducen a 10, 6 están en la informalidad, 4 son independientes y no tienen una relación laboral formal con ninguna empresa y solamente 1 gana más de 2 salarios mínimos.
Desde 2015, el mercado laboral creció a un ritmo promedio de apenas 241.000 nuevos empleos por año. La mayor parte de este crecimiento se explica por el proceso de tercerización laboral y el incremento de la informalidad, que han hecho que el trabajo por cuenta propia y la oferta de servicios se hayan vuelto la norma.
Las actividades profesionales, científicas y técnicas crecieron al ritmo de la economía y fueron las que más empleos generaron en los últimos 8 años, con 647.000 nuevas plazas, un ritmo de 81.000 nuevos empleos por año.
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Estas actividades abarcan un amplio espectro de servicios especializados que requieren un alto nivel de formación, conocimientos y habilidades específicas. En este grupo se encuentra buena parte de la población que verá reducida su pensión si se aprueba la actual reforma pensional.
Caracterizadas por altos índices de informalidad, las actividades ligadas al comercio, el transporte y el almacenamiento aportaron un 20,7% de los empleos creados en los últimos 8 años y sumaron a la economía cerca de 400.000 nuevos empleos.
Esta suma es equivalente al aporte que el Estado ha hecho en creación de empleos. El sector público es un claro ejemplo de la tercerización laboral, pues en 2022 suscribió más de 911.000 contratos de prestación de servicios, lo cual corresponde a cerca del 35% del empleo total que generan las actividades de administración pública y defensa, educación y salud.
Lo más grave es que en los últimos 8 años las actividades agropecuarias e industriales registran números negativos. Desde 2015 las industrias manufactureras perdieron cerca de 92.000 empleos y el sector agropecuario más de 84.000. Es decir que, en el país, desde 2015 se destruyeron unos 22.000 empleos agropecuarios e industriales cada año.
Todo esto se presenta en un contexto en el que el país gradúa unos 500.000 nuevos profesionales cada año, por lo que no sorprende el incremento de la migración de profesionales hacia países como Estados Unidos, España y otros destinos europeos y latinoamericanos.
Frenar la destrucción de empleos: un reclamo legítimo este 1 de mayo
El mal estado del mercado laboral colombiano se corresponde con la destrucción del aparato productivo debido a que el país decidió importar lo que puede producir. La entrada masiva de mercancías quebró la industria nacional y arrojó a la informalidad a miles de personas. La balanza comercial se volvió deficitaria y la manufactura perdió peso en las exportaciones y en la economía.
La economía colombiana ha crecido a un ritmo promedio de 3,7% entre 2005 y 2023, impulsada principalmente por el sector de servicios, caracterizado por altos niveles de informalidad y tercerización. Por el contrario, las actividades productivas han perdido dinamismo.
El comercio tuvo un crecimiento del 4,2%, el sector público uno de 4,9% y el financiero, la actividad económica que más creció en Colombia, presentó un ritmo anual promedio de 7,9%. De hecho, el sector financiero y de seguros, que es el que termina ganando con la actual reforma pensional, pasó de representar el 3% del PIB en 2005 al 5,2% en 2023.
Por cuenta de la apertura comercial y los TLC, la balanza comercial se volvió deficitaria, al punto que en 2022 Colombia le compró al mundo USD $14.500 millones más de los que le vendió.
Las exportaciones de manufacturas pasaron de representar el 35,6% del total de las exportaciones en 2006 al 20,3% en 2022; mientras tanto, las industrias extractivas aumentaron su participación en el total de las exportaciones del 40,8% al 52,5%.
Las industrias manufactureras han perdido importancia en la economía, pues entre 2005 y 2022 crecieron a un ritmo anual de apenas 2,2% y pasaron de representar el 15% del PIB al 12%.
Este 1 de mayo, las expectativas no son buenas
Lo más preocupante es que el gobierno de Petro poco ha hecho para cambiar esta situación. Decidió encarecer el crédito para ahogar la demanda y así contener el crecimiento de los precios. No le dio una tarifa diferencial a las mipymes, que representan más del 90% de las empresas del país. No ha ejecutado el presupuesto y proyecta gastar cada vez menos en inversión y más en asistencialismo.
La anunciada reindustrialización, cuya implementación está en veremos, priorizó unos pocos sectores de la manufactura y la gaseosa economía popular, que en los discursos del gobierno incluye las microempresas a conveniencia, no han servido para revertir esta situación y reactivar la economía empresarial.
Por lo tanto, este 1 de mayo es necesario hacer un llamado de atención urgente al gobierno colombiano y a la sociedad en general. Colombia no puede seguir tolerando un modelo económico que precariza la vida de millones de trabajadores, destruye el aparato productivo nacional y empuja a los jóvenes a buscar oportunidades en otros países.
Un país que no genera riqueza solo puede distribuir la pobreza, por lo que se necesitan políticas públicas que fomenten la creación de empleos dignos en sectores productivos, protejan los derechos laborales y promuevan la reactivación económica.
En este sentido, el gobierno debe revisar y modificar los TLC que están frenando el desarrollo de las empresas nacionales, apoyar a las pequeñas y medianas empresas, impulsar la inversión en infraestructura y tecnología, y desarrollar una política industrial orientada al mercado interno y coherente con las necesidades del país.
* Esta nota fue publicada originalmente en el portal mascolombia.com