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Árbol que nace torcido…

May 22, 2015

LAS 2 ORILLAS / Por: Mario Alejandro Valencia El pasado 15 de mayo se cumplieron tres años de la aprobación del TLC con Estados Unidos. Los resultados de su implementación en este periodo no podían ser diferentes, porque el árbol se sembró mal desde el principio. El acuerdo no es para que Estados Unidos compre más a […]
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LAS 2 ORILLAS / Por: Mario Alejandro Valencia

El pasado 15 de mayo se cumplieron tres años de la aprobación del TLC con Estados Unidos. Los resultados de su implementación en este periodo no podían ser diferentes, porque el árbol se sembró mal desde el principio. El acuerdo no es para que Estados Unidos compre más a Colombia, sino para que ese país pueda deshacerse de sus excedentes de mercancías. Por eso no sorprenden los resultados, aunque sí obligan a realizar un llamado de alerta a los colombianos por sus consecuencias.

A estas alturas, es innegable que las empresas estadounidenses son las únicas capaces de aprovechar lo aprobado en el acuerdo, porque se comprueban las críticas que desde los movimientos sociales, gremios empresariales, académicos y congresistas como Jorge Enrique Robledo se realizaron insistentemente, resumidos en los siguientes puntos: i) el problema no es de acceso a mercados, ii) el hecho de que Estados Unidos tenga 300 millones de habitantes y un PIB per cápita muy alto no garantiza el aumento de las exportaciones, iii) sin una política interna de protección y estímulo a la producción nacional no es posible crear una oferta exportadora y iv) la conveniencia para el país no sería el resultado de unos casos individuales de emprendimiento.

¿Qué ha pasado en los tres años? Los hechos son elocuentes. El país perdió US$12.622 millones en comercio (25 billones de pesos). Desde 2011 las exportaciones cayeron 13 % anual y las importaciones aumentaron 10 % anual. Es decir, que cada vez se vende menos y se compra más, por lo que el desbalance se profundiza afectando a la economía nacional. El déficit comercial de la industria en estos años supera los US$23.682 millones. En el agro el superávit pasó de US$ 1.625 millones a US$ 788, es decir que se perdieron US$ 837 millones.

Y sobre los supuestos logros, que cacarea Procolombia sin ninguna sustancia, vale la pena desnudar los resultados. Los 434 nuevos productos que se exportaron a EE. UU. tras la implementación del TLC no suman más de US$200 millones, 60 veces menos que las pérdidas sufridas por Colombia. De las 1844 nuevas empresas exportadoras, el 98 % vendió menos de un millón de dólares en los tres años.

Hasta aquí solo hemos mencionado los desastrosos resultados comerciales, pero hay que recordar que este es solo 1 de los 23 capítulos que contiene el acuerdo. Los otros, menos visibles pero igual de lesivos, están obligando al país a adoptar decisiones que socavan la posibilidad de ejecutar políticas hacia el desarrollo económico.

Para mencionar solo algunas: 1) la resolución 970 del ICA que prohíbe almacenar semillas para beneficiar a multinacionales como Monsanto; 2) la llamada Ley Lleras que elimina la libertad de información en internet, la cual Santos ha intentado aprobar en cuatro ocasiones; 3) la minería en páramos y las “licencias exprés”, obligaciones del capítulo ambiental del TLC, aprobado en el Plan Nacional de Desarrollo; 4) la intentona de disminuir la cuota de pantalla a la producción televisiva nacional; 5) la pretensión de otorgarle Trato Nacional a los licores extranjeros, lesionando a la industria nacional; 6) la crítica del vicepresidente de EE. UU. a las decisiones sobre biotecnológicos, chatarrización y etanol, que es una afrenta a la soberanía nacional; y 7) el incumplimiento del Plan de Acción Laboral.

El balance de los tres años del TLC con Estados Unidos sería razón suficiente para que cualquier gobierno democrático considere su renegociación. En cambio, el gobierno de Santos celebra con bombos y platillos la ruina del aparato productivo nacional. ¿Será posible corregir el árbol o habrá que talarlo?

 

Árbol que nace torcido…

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