Por Enrique Daza, director de Cedetrabajo.
El debate sobre la transición energética se ha ido aclarando con el paso del tiempo. Al comienzo la idea de que haríamos una transición rápida hacia energías renovables y con ello nos pondríamos a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, ganó fuerza, hasta el punto de que fue uno de los temas más publicitados en la campaña que llevó al triunfo de Gustavo Petro en la contienda presidencial. Este enfoque no solamente nos permitiría ser una “Potencia de la vida” sino liderar a América Latina en este propósito, de la mano del presidente de Estados Unidos Joe Biden.
Han comenzado a destacarse voces que cuestionan esos planteamientos y están poniendo en su justo lugar la polémica. En un reciente estudio de Fedesarrollo se analiza como la transición en Colombia debe regirse por parámetros distintos a la de los países desarrollados y que “Durante dos décadas por lo menos, no puede esperarse que toda la energía se electrifique, ni que toda la electricidad se produzca con energías renovables poco densas e intermitentes”. También señala que los costos del aumento rápido hacia energías renovables para asegurar la confiabilidad del sistema, es supremamente alto, que debe mantenerse un portafolio de fuentes energéticas y que es necesario asegurar un crecimiento de la disponibilidad energética por habitante y garantizar la provisión de gas, no como fuente de transición sino a largo plazo. Este documento acompañado de cálculos detallados cuestiona seriamente las afirmaciones sobre descarbonización rápida, abandono del petróleo y del gas y sitúa en términos realistas el tema de la transición. https://n9.cl/0wty7.
Por su parte Diego Otero especialista en temas energéticos enfatiza la escasa responsabilidad del sector eléctrico en la emisión de gases efecto invernadero, señala que el reemplazo del carbón depende de la evolución de los precios y que “un sistema únicamente de plantas solares y eólicas es inconcebible, siempre tendrá necesidad de energía básica de hidroeléctricas y térmicas “y que “La descarbonización en Colombia depende en 60,2% de las emisiones que se producen en el sector agropecuario, el uso del suelo y la deforestación y en los residuos y desperdicios” https://n9.cl/pjoj7
El exministro de minas y energía Amílkar Acosta ha llamado incesantemente a valorar la importancia del gas, evitar las importaciones del mismo y asegurar la confiabilidad del sistema mediante el mantenimiento de las plantas térmicas.
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El exsenador Jorge Enrique Robledo en múltiples eventos, videos ha ilustrado sobre el enorme peligro para las finanzas públicas de prescindir de los ingresos provenientes del carbón y del petróleo y que la incorporación de energías renovables no riñe con el mantenimiento de las energías tradicionales, contando con una matriz eléctrica fundamentalmente limpia y que los eventuales ingresos logrados por el aumento del turismo o la diversificación de exportaciones no riñen sino complementan las exportaciones de energéticos fósiles. https://n9.cl/vip6o
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Voces autorizadas, estudios académicos, dirigentes políticos han controvertido por inviable la idea de una descarbonización a corto plazo y han llamado a una transición realista, paulatina y sensata
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Entre los entendidos hay una coincidencia en que el problema de la emisión colombiana de gases efecto invernadero se concentra principalmente en la deforestación. Recientemente el exministro Manuel Rodríguez Becerra, anotó que la agenda de transición hacia energías renovables no convencionales y la electrificación de la industria y el transporte es una narrativa de los países desarrollados y que para cumplir los compromisos adquiridos internacionalmente el país “tendría que detener la deforestación, que ascendió a 180.000 hectáreas anuales entre 2014 y 2022. Lo cierto es que los dos últimos gobiernos fracasaron estruendosamente en el intento”. Para ello según el exministro se requiere transformar la actividad ganadera mediante sistemas silvopastoriles, los cuales generan beneficios ambientales, económicos y sociales. Los beneficios ambientales incluyen el más eficiente uso del suelo, su protección a la erosión y la protección de las cuencas hidrográficas, así como el incremento de árboles y otro tipo de vegetación que capturan carbono” y que “la meta de disminuir las emisiones de GEI en 51 por ciento hacia 2030 y llegar a ser carbono neutro hacia 2050 son aspiraciones que hoy tienen poco sustento” y saca una conclusión tajante “la mayor prioridad para Colombia es definir y adelantar una agenda de adaptación al cambio climático, más cuando nuestro país ocupa el séptimo lugar en el mundo como economía más amenazada por este fenómeno de origen humano” https://n9.cl/iz2pv
Hasta el momento sobran declaraciones sobre importar gas, decrecer, cambiar la actividad de Ecopetrol, promover el turismo como el petróleo del futuro, entre otras, pero sobre los planes para controlar la deforestación lo único inmediato que se ha anunciado es la propuesta de crear una fuerza militar con Estados Unidos para sofocar los incendios. La enorme magnitud de una región que se extiende por varios países y que supondría un acuerdo suramericano para abordar esta calamidad que abarca miles de kilómetros exige medidas multilaterales en Latinoamérica. La propuesta de involucrar al ejército estadounidense, que ya tiene suficientes problemas con los 50.000 incendios que se han presentado este año en Estados Unidos, puede ser una puerta de entrada para la presencia permanente de una fuerza militar extranjera, durante un tiempo considerable.
Nota original publicada en Las 2 Orillas.