En 2025, el gobierno colombiano financia su déficit con nuevos préstamos. El FMI condiciona la política económica mientras el servicio de la deuda consume más del 21% del presupuesto.
Deuda Colombia 2025: una carga que asfixia el presupuesto
Aunque al compararla con otros países la deuda externa colombiana no luzca tan voluminosa, su peso dentro del presupuesto la vuelve una carga corrosiva. El país permanece atado al capital financiero internacional y carece de una política de desarrollo productivo que permita salir del ciclo de préstamos crecientes. La dependencia se prolonga, mientras la economía real sigue sin levantar cabeza.
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Comparaciones regionales de deuda y déficit fiscal
La relación deuda externa pública/PIB ubica a Colombia en un rango medio alto dentro de América Latina. Brasil encabeza la lista con un 88 % en 2023, seguido por Argentina que roza el 155 %. Luego aparecen Bolivia con 81,5 % y El Salvador con 84 %. En esa clasificación, Colombia ocupa el quinto lugar con un 67,4 % en 2024, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF).
Sin embargo, las cifras cambian dependiendo de la fuente. Al contrastar datos del IIF con estimaciones del Fondo Monetario Internacional para 2025, los más endeudados serían Venezuela y Bolivia. Brasil quedaría en tercer lugar y Colombia pasaría al octavo, con un nivel de 59,7 %, apenas por debajo de México.
Los datos oficiales de Colombia establecen que la deuda se incrementa: del 59,3 % del PIB en 2024, sube al 61,3 % en 2025 y se proyecta en 62,8 % para 2026.
Potencias endeudadas vs países dependientes
De los números por sí solos no se puede sacar una conclusión definitiva. Japón y Estados Unidos arrastran deudas que superan con holgura el 100 % del PIB. China bordea el 117 %, pero la mayor parte corresponde a deuda interna, apenas un 17 % es externa con acreedores foráneos. La diferencia es evidente: no es lo mismo endeudarse contando con un aparato productivo fuerte, diversificado y con capacidad exportadora, que depender de préstamos externos para sostener un aparato económico débil.
Por eso el análisis no puede igualar a las potencias con países subordinados. Los primeros cuentan con mercados amplios, reservas y producción competitiva. Los segundos dependen de exportaciones básicas, sujetas a precios internacionales volátiles, y carecen de medios para adquirir los dólares en los que está denominada la mayoría de las deudas mundiales.
Servicio de la deuda en Colombia consume 21,4% del presupuesto
En el caso colombiano, la magnitud real se mide por lo que cuesta cumplir con los acreedores. En los últimos cinco años, el servicio de la deuda se ha llevado en promedio un 20 % del presupuesto nacional. La participación crece: pasó del 20 % en 2022 al 21,4 % estimado para el presente año 2025.
El déficit fiscal, que se agrava año tras año, se financia con más endeudamiento. El presidente Petro lo ratificó en el último Consejo de ministros: el hueco presupuestal solo se tapará con nuevos créditos. La combinación de bajo crecimiento del PIB, debilidad en el recaudo y una economía empobrecida vuelve inevitable esa salida.
FMI y deuda Colombia 2025: condicionamientos al gasto social
La dificultad para recaudar más recursos no es un misterio. Se explica por la ineficiencia crónica de la DIAN, por los privilegios tributarios que ningún gobierno se ha atrevido a desmontar, por la ausencia de progresividad real en los impuestos que deberían gravar los altísimos ingresos y, sobre todo, por la debilidad estructural del aparato productivo en industria y agro.
El resultado es un Estado frágil, que busca préstamos no para invertir en nuevas riquezas sino para cubrir gastos de funcionamiento y compromisos sociales inmediatos. Se gasta hoy lo que debería servir para transformar la economía mañana.
Endeudamiento y ausencia de medidas de fondo
En las condiciones actuales, la banca multilateral, con el Fondo Monetario Internacional a la cabeza, controla el rumbo económico del país. El FMI concentra más del 40 % de la deuda colombiana y aprovecha esa posición para imponer condicionamientos que obligan al gobierno a priorizar el pago de acreencias por encima del gasto social y de la inversión, que son los motores del crecimiento económico y de los programas sociales.
Cumplir con el FMI y los acreedores se ha convertido en el eje de la política económica. De ahí se derivan los recortes anunciados por el gobierno en caso de que no prospere la reforma tributaria. Las limitaciones presupuestales no responden a un plan de desarrollo nacional, sino a la obediencia a quienes prestan.
El resultado de aceptar esta estructura financiera es claro: a mayor deuda, más restricciones fiscales, y esas restricciones terminan empujando a buscar nuevos préstamos. Es un círculo vicioso que se repite con gobiernos de distinto signo y que hoy continúa bajo la administración de Petro.
Canje de deuda por acción climática: propuesta sin respaldo
Salir de la trampa del endeudamiento exigiría medidas de fondo. La historia ofrece ejemplos: reestructuraciones, renegociaciones, alargamiento de plazos, rebaja de intereses, auditorías de la deuda, revisión de fugas de capitales y examen de la corrupción, o incluso cuestionamientos sobre la legitimidad de los compromisos. Algo de eso se intentó con el plan Brady cuando varias economías se asfixiaban en los ochenta.
Pero en Colombia, bajo Petro, nada de esto se ha puesto sobre la mesa. Lo único que se ha planteado es el canje de deuda por acción climática, una iniciativa sin sustento real. Ningún acreedor la ha considerado seriamente, no se ha formulado en términos concretos y la única experiencia regional, Ecuador con las islas Galápagos, terminó implicando cesiones de soberanía a inversionistas privados.
Hoy, en septiembre de 2025, la propuesta no pasa de ser parte de discursos ilusorios en foros internacionales, declaraciones que suenan bien en vitrinas diplomáticas pero que carecen de toda viabilidad práctica.
Única vía es fortalecer producción y exportaciones
La única vía para reducir el peso de la deuda sobre el PIB es fortalecer el aparato productivo. Se trata de generar nueva riqueza, ampliar la base industrial y dinamizar el agro. Aumentar exportaciones con valor agregado es indispensable para escapar de la dependencia de materias primas sometidas a la volatilidad de los precios internacionales.
Sin este salto, el país seguirá preso de la lógica de pedir préstamos para cubrir huecos fiscales. Y mientras el capital financiero internacional mantenga su posición de juez y parte, la deuda no servirá como palanca de desarrollo sino como cadena que limita cualquier política soberana.
Corrupción y privilegios fiscales agravan el déficit colombiano
El crecimiento productivo, por sí solo, no basta. Hace falta acompañarlo con una lucha frontal contra la corrupción que carcome las instituciones, con controles efectivos al desangre de recursos y con una política fiscal que deje de proteger a los más ricos. Solo así el endeudamiento puede dejar de ser una camisa de fuerza y convertirse en un instrumento administrado con criterios de interés nacional.
De lo contrario, Colombia seguirá atrapada en un círculo en el que se paga más por mantener contentos a los acreedores que por garantizar bienestar a la población. Y cada año el margen de maniobra será menor, porque lo que hoy se presenta como solución, mañana se transforma en un lastre más pesado.










