En septiembre de 2025, la guerra en Ucrania supera los dos millones de muertos. Trump juega al doble papel de comerciante y pacificador, mientras Rusia avanza y Occidente se desmorona.
Guerra en Ucrania: el costo humano y político
En tres años y medio, la guerra en Ucrania ha dejado más de dos millones de muertos y ha llevado a Europa a su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. El conflicto involucra a todas las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos, lo que confirma que Washington no solo financia, sino que dirige cada operación de la OTAN.
Causas de la guerra en Ucrania
Tras la disolución de la Unión Soviética en los noventa, la OTAN, bajo la batuta de Estados Unidos, se empeñó en expandirse hacia los antiguos territorios soviéticos con el propósito de debilitar a Rusia o balcanizarla. Esa línea de acción quedó plasmada en un informe de 2019 de la Corporación Rand, ampliamente financiada por distintas instancias del gobierno estadounidense. El documento proponía minar los ingresos petroleros de Rusia, imponer sanciones, cortar la dependencia europea del gas ruso, entregar ayuda letal a Ucrania, debilitar la influencia rusa en Asia Central y el Cáucaso, reforzar la presencia de la OTAN en Europa y desplegar contingentes en la frontera rusa.
El plan coincidía en todos sus puntos con las estrategias de seguridad aplicadas por los últimos gobiernos de Estados Unidos y se materializó en la satanización de Moscú y en la paulatina expansión de la OTAN, cuyo paso más reciente fue el intento de integrar a Ucrania. En los primeros años posteriores a la caída soviética y en los inicios de Putin, Rusia planteó cooperación con la OTAN, pero los gobiernos occidentales la rechazaron firmemente.
Se desencadena el conflicto
La obsesión antirrusa llevó a la OTAN en 2014 a perpetrar un golpe de Estado en Kiev y a precipitar la guerra civil en Ucrania. Las potencias occidentales respaldaron entonces a Volodímir Zelensky, un dirigente obsesionado con reprimir a las comunidades de origen ruso en el este y en bloquear cualquier acuerdo con Moscú, incluido el que se intentó en Estambul en marzo de 2022. En ese momento, determinaron que la única salida posible era la derrota estratégica de Rusia.
La ofensiva occidental y la inevitabilidad de la victoria rusa
Durante tres años y medio, las potencias occidentales se empecinaron en llevar adelante la estrategia de derrotar a Rusia, gastando sumas multimillonarias y sacrificando a Ucrania en el intento. Informes filtrados del Ministerio de Defensa ucraniano hablan de un millón setecientas mil personas muertas o desaparecidas del lado ucraniano y de un país completamente destruido. Los analistas coinciden en que la victoria rusa es inevitable.
Trump prometió que lograría la paz en 24 horas, presentándola como la guerra del “corrupto Biden”. Lo que oculta es que, en su primera administración, entre 2017 y 2021, apoyó con entusiasmo a Zelensky, proporcionándole incluso apoyo militar de gran alcance.
Ahora Trump pretende presentarse como mediador entre Rusia y la OTAN, ocultando que desde el comienzo del conflicto no se mueve ni la hoja de un árbol sin la decisión de Estados Unidos. Recursos, sistemas satelitales, armamento e inteligencia provienen de Washington, que aporta el 67 % de los gastos de la OTAN.
La salida que ha encontrado Trump consiste en sacar el mayor provecho económico ante la derrota inminente. Primero obligó a Zelensky a entregar el control de los recursos naturales del país. Después buscó trasladar toda la responsabilidad del conflicto a Europa, garantizando al mismo tiempo la venta de armamento estadounidense para sostener la guerra.
De forma paralela, Trump procura hacer más negocios con Rusia en materia mineral y energética. Y no le incomoda que los países europeos más involucrados, más guerreristas y más antirrusos, como Reino Unido, Francia y Alemania, se desgasten y de paso debiliten a Rusia, que sigue siendo considerada un adversario.
Movimientos de Trump y prolongación del conflicto
Con estos movimientos y más allá de la teatralización que despliega Trump, la campaña contra Rusia puede trasladarse a otros escenarios, ya sea golpeando a Irán o desestabilizando países como Armenia, Azerbaiyán, Georgia y el sur del Cáucaso.
Paz o guerra interminable
En este marco deben evaluarse las negociaciones actuales y las posibles salidas al conflicto. Los objetivos rusos son claros: asegurar la neutralidad de Ucrania, lo que significa que Moscú no aceptará bajo ninguna circunstancia tropas de la OTAN en ese territorio. Las regiones que ya se separaron de Ucrania y que forman parte constitucional de Rusia no serán devueltas, y las nuevas zonas sobre las que el ejército ruso avanza en forma incontenible también quedarán bajo su control, aunque el canciller ruso admitió que podría haber cierto margen de flexibilidad en torno a ellas.
En la Cumbre de Alaska se estableció, pese a la oposición de los europeos y de Zelensky, que no puede haber un alto al fuego sino un acuerdo de paz integral. Las garantías de seguridad deberán extenderse a todos los contrincantes dentro de un marco de seguridad global. Para los habitantes rusos que permanezcan en Ucrania, Moscú exige garantías para el uso de su idioma y la práctica de la religión ortodoxa. Para Zelensky y los europeos, las garantías consisten en la permanencia de la OTAN dentro de Ucrania; para Rusia, en su ausencia. Ya en Estambul, en 2022, se había alcanzado un acuerdo en ese sentido: cualquier despliegue de tropas extranjeras en Ucrania debía contar con la aprobación unánime del Consejo de Seguridad de la ONU. Ucrania no lo firmó por presión de Estados Unidos y Reino Unido.
Los europeos insisten en que la guerra debe prolongarse hasta la derrota rusa, pero no tienen ni la menor posibilidad de financiarla. Ni los ejércitos sumados de todos los países europeos permiten librar una guerra medianamente creíble. El ejército ucraniano era el más grande del continente; el Reino Unido no supera los 75.000 soldados y los demás tienen efectivos similares. La única vía sería con un ejército estadounidense en el terreno, algo a lo que Trump se ha negado enfáticamente.
En relación con un eventual encuentro entre Putin y Zelensky, Putin dijo estar dispuesto, pero solo si antes se cumplen ciertos requisitos. Todo indica que esas condiciones equivalen a la aceptación incondicional de las exigencias rusas. Y la advertencia está hecha: si Rusia percibe una amenaza a su propia supervivencia, no vacilará en emplear la fuerza nuclear.
A Trump le ha tocado ceder en la mayoría de los temas. Sus alternativas son seguir respaldando las acciones occidentales, donde ha sido derrotado; involucrarse a fondo y escalar la guerra, lo que enfrenta oposición dentro de Estados Unidos; o dejar el conflicto en manos europeas. Esta última le permitiría dejar satisfechas a las empresas gringas de armamento, lavarse las manos culpando a Biden, quedar libre para confrontar a China e incluso aspirar al desacreditado Premio Nobel de la Paz.
Trump entre la guerra y la hegemonía
Trump no fue elegido para hacer la paz con Rusia. Su oferta fue detener el conflicto en Ucrania. Eso le permite seguir hostilizando a Moscú en unos terrenos e incluso cooperar en otros, siempre que sirva a los intereses de Washington.
Su idea de hacer grande a Estados Unidos de nuevo pasa por esforzarse en restaurar su hegemonía global y rehacer su economía maltrecha, cosa que está en veremos.










