En Pekín, en septiembre, China conmemoró el 80 aniversario de la victoria en la guerra de resistencia contra Japón. La ceremonia rindió homenaje a las víctimas y presentó su ascenso económico y político.
Conmemoración y saldo histórico
En pasado 3 de septiembre, China recordó el octogésimo aniversario del triunfo en la guerra de resistencia contra Japón y la Guerra Mundial Antifascista. Ese homenaje condensa un siglo de tránsito desde la fragmentación y la pobreza hacia un lugar de potencia con voz propia.
Durante el siglo XX, Japón ejecutó varias agresiones contra China. En 1894 y 1895 libró una guerra cruenta que terminó con la derrota de la dinastía Qing y la anexión de Taiwán, Corea y otros territorios. Después ocupó Manchuria en 1931 y lanzó una invasión que se extendió entre 1937 y 1945.
La ocupación japonesa resultó devastadora y particularmente cruel. Con más de un millón de soldados, el ejército nipón perpetró matanzas, violaciones, esclavitud sexual y guerra biológica, crímenes comparables o hasta peores que los del nazismo en Europa.
El dolor de la guerra y las víctimas
Como producto de esa invasión murieron cerca de 20 millones de chinos, el 80 % civiles. Las víctimas chinas representaron cerca de la cuarta parte de todas las muertes de la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes perdieron cerca de siete millones de personas y los estadounidenses alrededor de 450 mil. La Unión Soviética y China, en conjunto, sumaron aproximadamente 60 millones de muertos.
La resistencia contra Japón comenzó en 1931, nueve años antes del arranque de la Segunda Guerra, y concluyó en agosto de 1945 con el descalabro de Japón gracias al esfuerzo conjunto de los aliados. El inmenso ejército japonés destinó el 65 % de sus efectivos al frente chino, lo que debilitó de manera drástica al eje nazi-fascista y convirtió la contribución china en decisiva para el triunfo aliado.
Lo que China recordó a comienzos de septiembre fue la victoria obtenida en esa contienda.
Esa fecha funciona como un cierre de cuentas con la historia y un recordatorio de que nada fue casualidad. La ofensiva de 1937 a 1945 constituyó una conflagración de escala rara vez vista, con frentes extendidos y ciudades arrasadas. El cálculo japonés subestimó la resiliencia de la sociedad china y drenó recursos del eje en Asia. En el balance, el abastecimiento, la logística y la movilización popular resultaron determinantes para abrir la puerta a la derrota de Tokio.
El siglo de humillación
China había sufrido durante un siglo la agresión de potencias occidentales. El malestar social, la corrupción, los saqueos, las hambrunas y las guerras internas dominaron esa etapa que los chinos denominan siglo de humillación.
A lo largo de aquellos años aparecieron movimientos nacionalistas y republicanos que buscaron desmontar dos milenios de dominio de dinastías feudales. Sin embargo, la fragmentación política propició el ascenso de caudillos regionales y mantuvo rota la unidad.
Tras la victoria sobre Japón, estalló la guerra civil entre 1945 y 1949. El 1 de octubre se selló la llegada al poder del Partido Comunista en un país devastado por 30 años de enfrentamientos y una economía languideciente cuyo PIB per cápita no superaba los 70 dólares anuales. El nuevo gobierno asumió tareas inaplazables: superar la fragmentación, terminar con el monopolio terrateniente de la tierra e iniciar la industrialización como vía de resurgimiento nacional.
La nueva China y su lugar en el mundo
En los últimos 76 años, China adelantó un proceso de crecimiento que la llevó a erigirse como mayor economía en tamaño, primera potencia manufacturera, principal socio comercial de más de 140 países y actor líder en exportaciones.
En ese trayecto pasó de exportar productos basados en mano de obra barata a vender bienes con valor agregado e incorporación tecnológica. Al mismo tiempo, redujo la dependencia de las exportaciones para dinamizar el mercado interno.
Sus liderazgos sobresalen en telecomunicaciones, supercomputación, energías renovables y baterías, vehículos eléctricos, comercio electrónico, pagos digitales y drones. Su PIB per cápita bordea los 14.000 dólares, el doble del colombiano, y la pobreza extrema quedó atrás.
Modelo político y económico
Los dirigentes definen su economía como socialismo con características chinas. El Estado conserva un papel importante en el desarrollo, con una participación del gasto público inferior a la de muchas economías desarrolladas, pero con intervención directa superior en la producción y control sobre actividades estratégicas.
Su sistema político difiere del de las democracias liberales de Occidente. Goza de amplia estabilidad y se apoya en un complejo sistema meritocrático. Su evolución muestra que las formas de gobierno responden a tradiciones políticas y culturales diversas, en contravía de los intentos de estandarizar un solo modelo al calor de lo que se llamó la globalización.
La cumbre realizada en China de la Organización de Cooperación de Shanghái, el gran desfile para conmemorar el triunfo en la guerra de resistencia contra Japón y el fortalecimiento de los BRICS indican que el gigante asiático despertó y que el mundo cambia con rapidez.










