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ARTE Y CIENCIA EL TIEMPO EN FELIU ELIAS

Nov 13, 2012

Jorge Wagensberg* Mètode, Universitat de València, número 72, invierno 2011/2012 Hace unos pocos días el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña) me pidió que comentara un cuadro de su colección para un programa de televisión. Elegí una pintura de Feliu Elias, un artista no muy conocido que se inició en el posmodernismo catalán con […]

Jorge Wagensberg*

Mètode, Universitat de València, número 72, invierno 2011/2012

Hace unos pocos días el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña) me pidió que comentara un cuadro de su colección para un programa de televisión. Elegí una pintura de Feliu Elias, un artista no muy conocido que se inició en el posmodernismo catalán con Nomell, Mir y Casas entre otros, y que además fue caricaturista, editor y crítico de arte. Sin embargo pronto derivó hacia una pintura muy detallista que recuerda sobre todo al americano Edward Hopper, el pintor de la soledad humana con una curiosa expresión a medio camino entre el impresionismo y el hiperrealismo. El tema de la obra es recurrente en la pintura moderna: una persona ensimismada contemplando el mundo a través de una ventana. El título es La galería pero bien podría llamarse El tiempo.

Existen diferentes conceptos científicos de tiempo. En primer lugar está el tiempo prescindible, el tiempo oculto en las ecuaciones de la mecánica racional de Newton. En la solución de la segunda ley (fuerza igual a masa por aceleración) donde la fuerza es la atracción gravitatoria (fuerza proporcional al producto de las masas y al inverso del cuadrado de la distancia que las separa) el tiempo es efectivamente eliminable. Así se obtienen las trayectorias elípticas de los planetas. El futuro es tan anticipable y está tan determinado que podemos prescindir del reloj. En la pared de la pintura de Feliu Elias un plato circular inmóvil, ciego y mudo usurpa el lugar que correspondería a un reloj.

La segunda concepción del tiempo que aparece en física es el tiempo irreversible de la termodinámica. El tiempo ya no es prescindible porque tiene una clara flecha hacia el futuro. Es lo establecido por el célebre y temido segundo principio de la termodinámica. La materia viva, simplemente viva, va desde el pasado hacia el futuro, no al revés. Una carambola de billar es reversible, la simple dilución de una gota de tinta en agua ya no lo es. En La galería de Feliu Elias un trozo de pan condenado a endurecerse sobre la mesa recuerda la irreversibilidad del tiempo.

También tenemos el tiempo psicológico que hace que la percepción del tiempo dependa fuertemente de nuestro estado mental. El gozo intelectual del cerebro está en un delicado punto entre la ofensa del cerebro (porque todo es demasiado anticipable)  y la frustración del cerebro (porque nada es mínimamente anticipable). El cerebro surge en la evolución como apoyo necesario a la movilidad de los animales. El cerebro se inventó para salir de casa, mientras que la memoria se inventó para volver a casa. En suma: cualquier causa que altere el estado de una mente alerta altera también la percepción del tiempo. En La galería de Feliu Elias una botella de vino tinto apunta esta posibilidad.

La cuarta noción del tiempo es el tiempo fisiológico, el que marca nuestro metabolismo cuando lo enfrentamos al tiempo objetivo de los astros. El tiempo que marca el Sol, por ejemplo, es constante y uniforme cuando lo contratamos con el tiempo que nos dicta nuestro propio cuerpo, el del ritmo cardíaco, por poner otro ejemplo. Así se explica la sensación de que el tiempo se acelera con la edad, de que los veranos de la infancia eran mucho más largos que los de ahora. Un colibrí vive dos años, en contraste con los ochenta años de un elefante. Sin embargo todo se compensa si consideramos que el ritmo del colibrí pasa de las mil pulsaciones por minuto comparado con los cuarenta latidos por minuto de un elefante. Es el tema central de la pintura de Feliu Elias porque la persona que mira por la ventana está contrastando su tiempo propio con el tiempo externo e imperturbable de los astros, el Sol de la tarde en este caso.

Y finalmente tenemos el tiempo de las bifurcaciones y de las inestabilidades, el tiempo puntualmente impredecible del caos, de las situaciones sensibles a sus condiciones iniciales. Es, en definitiva, el tiempo humano, el tiempo que expresa el rostro de la persona central del cuadro de Feliu Elias, el resultado de una suma de decisiones al azar en un número finito de bifurcaciones en el camino.

_______________________________________________________________________*Director científico de la Fundación La Caixa. Barcelona

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